
Mientras escribo esta nota degusto un sabroso arroz con leche que mi madre acaba de preparar en este miércoles santo para rendirle un homenaje a una tradición que sus tías mantuvieron por muchos años y que ya, prácticamente, ha desaparecido.
Y es que he estado preguntandole - desde que leí el pasado domingo un artículo en el diario El Nacional sobre las extintas tradiciones culinarias de la Semana Santa venezolana- a qué sabían esos días allá en su tierra: Valera, Estado Trujillo y en la de mi papá: El Tigre, Estado Anzoátegui.
La semana santa en la casa de mi mamá quien como ya dije es trujillana y de una muy católica y numerosa familia- era un acontecimiento culinario que se preparaba con tiempo y mucha dedicación.
Pan amasado en casa, sopa de garbanzo, pescado seco, macarronada, ensaladas y carabinas envueltas en hoja de piñuela eran algunos de los platos típicos de la Semana Santa. Sin embargo, son los postres los que más añora mi madre de ese festejo: arroz con leche, arroz con coco, cabello de ángel, dulces de lechoza con piña, higos en almíbar, buñuelos, manjar y majarete.
La cocina se cerraba jueves y viernes santos y todo eso se preparaba con anticipación.
Considerando que eran aproximadamente 13 bocas para alimentar, esa comilona de la semana santa era toda una fiesta que significaba mucho trabajo.
Por el lado de mi familia oriental si conservo fresquito el recuerdo de un plato que ya es una tradición en vías de extinción (afortunadamente): el pastel de morrocoy.
Era una niña cuando lo probé y no tengo memoria de si me gustó o no en ese momento. Creo que ni me enteré. Tomé conciencia de esa receta años después cuando tuve en mi casa dos morrocoyitas que quise mucho y que imposibilitaron que volviera a probar aquello.
Actualmente está prohibido la caza del morrocoy y mi abuela me dice que en las carreteras los GN detienen a los que cargan un animal de esa especie. El plato fue suplantado por el cuajado de pescado que mi abuela prepara para estos días y que siempre para mi será un sabor vinculado a la semana santa.
Supongo puedo aprender a preparar ese fabuloso cuajado, al menos el arroz con leche o el majarete para que en la mesa de mi hija sobreviva un poco de esa tradición culinaria que para mi familia (tanto la gocha como la oriental) significó y significa respetar y celebrar en la mesa nuestra fe.
Son platos los que desaparecen pero son también ritos, memorias y cultura. Sirva esta notica por lo menos de inventario de esas sabores que alguna vez tuvo la Semana Santa venezolana.